L’Auditori,
miércoles 20 de marzo, Barcelona
El pasado 20 de marzo, el Auditori de Barcelona, una de las
catedrales de la música de la ciudad condal, acogió al polifacético cantautor,
músico y director de cine Franco Battiato. El cantautor italiano presentó su
nuevo disco Ábrete Sésamo sin
olvidarse de los grandes ‘hits’ de los 80 ante una audiencia entregada desde el
primer minuto.
El primer día de primavera, a las 20:00h, el
Auditori abrió sus puertas a un personaje poliédrico. Un artista que no
necesita presentación, que enamora sin coquetear, que flirtea con las musas de
las artes. Esta noche le tocó a Euterpe. Mientras los músicos afinaban los
instrumentos, algunos de los asistentes, un público ecléctico e internacional,
sin poder entrar en la sala todavía, paseaban sus ímpetus por los rincones del
edificio, otros se concentraban al otro lado de las puertas conteniendo su
emoción y esperando que al grito de, nunca mejor dicho, Ábrete Sésamo los preciosos tesoros les fueran mostrados. Un
público que no sólo había comprado la entrada, sino el concierto entero aún sin
saber lo que le depararía la noche, tarareaba nerviosamente algunas de las
emblemáticas canciones del músico. A las 20:30 en punto se abrieron las puertas
de sala y una multitud diligente fue en busca de la preciada butaca, del
anhelado tesoro, aquel que, sin duda alguna, como si de una alfombra voladora se
tratase les llevaría a un viaje en el tiempo.
En el escenario, una puesta en escena
austera, casi mística presentaba un
cajón rectangular cubierto por un gran foulard de estilo hindú. Acaso un altar
para la música, un trono para su emisor y un tabernáculo para el alma. De
pronto, el recibimiento cálido y apoteósico del público dio el pistoletazo de
salida a una noche efervescente, agitada y entusiasta. Las canciones se
sucedían coreadas por los espectadores que ya habían dejado de serlo, pues, sin
quererlo, formaban parte de la magia del espectáculo. Juegos de luces y cambios
de músicos presentaban las nuevas canciones hasta que llegó el momento de la nostalgia
y a las primeras notas de Yo quiero verte
danzar, un público enardecido y delirante hizo templar las paredes del
templo. Todo giraba en torno a la estanza
mientras Battiato danzaba, el Auditori levitaba y el viaje tocaba a su fin.
Franco Battiato es incombustible, un hombre
que desprende espiritualidad y si bien, los surcos de la piel y el color
plateado de su pelo muestran los años vividos, el cuerpo sigue acompañando a la
música de esa manera tan suya y peculiar, quizás a ritmo de siete octavas, quizás aún buscando el eterno centro de gravedad permanente.