Em descobreixo sensible, però sóc trapella i molt, molt inquieta.

També sóc creativa, generosa i divertida... vaja... i que no ho som tots? Això sí, diuen de mi que sóc tossuda, però jo prefereixo dir-ne tenaç. Sóc aquella, la que seu a la tercera fila, la del barret al cap i les plomes al voltant del coll...






viernes, 24 de mayo de 2013

LA MEMORIA HISTÓRICA MÁS EMOTIVA



Publicat a El Club Express


10/05/2013 | Artes Escénicas, Barcelona, Teatre Nacional de Catalunya.
Del 8 de Mayo al 22 de Junio en el TNC de Barcelona.

Pongamos una guerra, cualquier guerra, y añadamos una amistad, pero no cualquiera, sino de las de verdad, de las profundas, de aquellas que son para toda la vida, aunque duelan, aunque decepcionen. Guerra y amistad. Estos son los ingredientes de Barcelona, un espectáculo sublime en la interpretación y emotivo en la acción. Núria (Míriam Iscla) y Elena (Emma Vilarasau) son dos amigas que toman decisiones opuestas por una guerra que las separa. En el devenir de la trama, su reencuentro hará aflorar las heridas de la separación, pero también el mutuo amor profesado. Núria se atribuye el papel de resistente, de defensora de su casa y su familia, a pesar de que de esa casa ya sólo le quedan las ajadas paredes. Elena se aleja de los infortunios para sobrevivir, incluso para vivir, para resurgir como un fénix, a pesar del dolor de la distancia y de las heridas por la huída.

¿Quedarse y resistir o salir del país y sobrevivir? ¿Y a qué precio? Éstas, sin duda alguna, podrían ser frases aplicadas al momento actual. ¿Plantar cara a un conflicto que provoca la amargura en las personas o dar la espalda a esa situación para intentar continuar en otras tierras, en otros lugares? Núria y Elena  representan los dos polos de la lucha por la supervivencia. No sólo por una resistencia material, sino también y, sobretodo, emocional. El amor, sin edulcorantes, conduce a ambas mujeres a su propio rescate, a borrar los surcos de la desolación, a anular los signos de la desesperación y a suprimir la senda del conflicto.

Es éste un espectáculo conmovedor y sensible, tierno y cruel, que podría realmente alargarse, ya que Pere Riera, el autor y, a la vez, director propone, aunque de manera tangencial, varias tramas. Son ocho los personajes llevados al escenario, ocho vidas que se interrelacionan entre ellas, ocho maneras de ver la vida y la muerte, de relacionarse con el entorno, en definitiva, ocho formas diferentes de transmitir emociones y de cuestionar opciones, disyuntivas y elecciones. Porque, en realidad, la realidad, la que traspasa la cuarta pared del escenario es la emoción vivida por cada uno de los actores y actrices que, generosamente, hacen partícipes al público de su veracidad. 

Es éste un espectáculo en el que la guerra tiene nombre y apellidos, una guerra conocida aunque a veces ocultada. Sin embargo, los caminos por los que transitan estos personajes pueden ser vividos en cualquier conflicto. Ocho visiones del mismo conflicto. Acaso habrá quien diga que ésta es una obra local con un título que determina el espacio, Barcelona, que está al servicio de una población y de un momento histórico. Nada más lejos de la realidad. Barcelona habla de amor, inhala contención y exhala pasión en un contexto bélico donde, inevitablemente, se polarizan los ardores. Y quizás una excelente y acertada forma de materializar esa fogosidad de sentimientos ha sido incorporar un tango, maravillosamente bailado por la pareja de protagonistas, por Núria y Elena. Las dos intérpretes, despojadas de sus vestidos, acaso de sus corazas, danzan para redimirse, para reconocerse y para reconciliarse con su pasado. Sobraban las palabras. 

Si bien, Míriam Iscla (Núria) y Emma Vilarasau (Elena) se lucen en unos personajes que saben combinar el drama con pequeñas dosis de comicidad, en un controvertido duelo de acritud versus vitalismo, el resto del elenco Jordi Banacolocha (Joan Vila, el suegro), Pepa López (Nati, la criada), Pep Planas (Simó, pintor republicano), Joan Carreras (Ramon, novio de la hija de Núria), Anna Moliner (Victòria, hija de Núria) y Carlos Cuevas (Tinet, hijo de Núria) disfrutan de intensos momentos bien trabajados con un texto que les es favorable y una dirección que les permite deleitarse.




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