Em descobreixo sensible, però sóc trapella i molt, molt inquieta.

També sóc creativa, generosa i divertida... vaja... i que no ho som tots? Això sí, diuen de mi que sóc tossuda, però jo prefereixo dir-ne tenaç. Sóc aquella, la que seu a la tercera fila, la del barret al cap i les plomes al voltant del coll...






lunes, 21 de julio de 2014

1984. PISA EL ESCENARIO BARCELONÉS UNA GRAN OBRA DE LA LITERATURA



Publicado en El club Express

22 / 11 / 2013  |  Artes Escénicas, Barcelona, Almería Teatro
1984. Entramos en un viaje en el tiempo. Una pieza del pasado nos muestra un  presente similar y nos predispone hacia un futuro estremecedor…
George Orwell (1903-1950) publicó 1984 en el año 1949 con el objetivo de poner de manifiesto las barbaridades de las sociedades totalitarias y represoras. Lamentablemente, después de medio siglo, las palabras de Orwell siguen perpetuándose en nuestra actualidad.
El año 2006 Michael Gene Sullivan escribió la adaptación teatral de la obra de Orwell y decidió traducirla y adaptarla al catalán con el apoyo del escritor Lluís-Anton Baulenas. Gataro  es el colectivo que el 18 de diciembre de 2013 la estrenó en el Almeria Teatro.
La versión teatral de esta pieza distópica recoge los momentos en que miembros del régimen torturan a Winston Smith. Los órganos del Partido Único lo han descubierto como colaborador de la resistencia junto a Julia, su amante. Winston y Julia sólo buscaban momentos de intimidad y breves espacios de independencia, de amor, de pensamientos libres, de instantes huidizos donde no sintieran el pesado yugo de un ideal único y todopoderoso. Algo que la omnipresencia del Gran Hermano y su sistema de Ministerios y de policía del pensamiento prohíbe bajo grave castigo. El tormento infringido no busca la muerte del sujeto. La dominación mental y subyugación de la persona es la recompensa del partido. Suprimida la dignidad, aparece la alienación del individuo.
Gataro presenta un espectáculo austero en escenografía, libre de las “telepantallas” que imperan a lo largo de todo el texto de Orwell, pero colmado de mensajes y de buenas actuaciones. Gataro ofrece un trabajo de interpretación teatral que atrapa a medida que pasan los minutos. De principio a fin, la mente del espectador conocedor de la lectura de 1984, viaja entre literatura y acción teatral. Es inevitable recuperar momentos de memoria lectora y avanzar con los intérpretes en el hilo argumental.
Andreu Rifé es el Winston Smith que intenta mantenerse firme en sus convicciones ante un impasible e inflexible Carles Canut, un lobo con piel de cordero, mientras cuatro miembros del partido repasan los momentos de “traición” del resistente Smith. Lluís Canet, Savina Figueras, Tono Saló y Frank Capdet son las marionetas del régimen, los oscuros representantes de la represión que se desdoblan con gran acierto para hacernos recuperar las imágenes evocadoras del libro.
Si bien, es ineludible para los lectores de Orwell rememorar la tan aclamada novela, no es necesario para los no lectores el conocer el texto para poder disfrutar de un buen producto teatral. 1984 estremece con diálogos sobrecogedores que nos emplazan a la actualidad más turbadora, a una violencia sin necesidad de sangre, a un pensamiento único, a una ausencia de libertad.
Un gran reto y un excelente trabajo. Lástima que la ciencia ficción a menudo se convierta en realidad. Y aunque el teatro hace visible lo que no es, está en nuestras manos que sólo sea ‘ficción’…
Texto: Ester Bueno (@Ester335)

LLIBERT, O LA LIBERTAD DE DEJAR MARCHAR LO QUE AMAS



Publicado en El club Express

29 / 11 / 2013  |  Artes Escénicas, Barcelona, Almería Teatro
Respira. No te quedes sin aire. Pero vívelo. Siéntelo. Una conmovedora angustia nos sobrecogió el pasado 29 de noviembre en la sala Almería Teatro. Estábamos visionando Llibert, un texto escrito por Gemma Brió, dirigido por Norbert Martínez e interpretado por Gemma Brió, Tàtels Pérez y la cantante Mürfila.
En el escenario, una madre expone los 15 primeros y últimos días de la vida de su recién nacido hijo. Su pareja, sus amigos y familiares e incluso, quizás, su propio espíritu, su contradicción más absoluta se concentran sobre el escenario. Música y palabras se alternan en una historia que traspasa la cuarta pared, que hace cómplices a los espectadores asignándoles un papel concreto en la montaña rusa por la cual transita.
Llibert tiene ritmo. No sólo por la secuencia de músicas escogidas, musicadas y cantadas. Ni por los innumerables paseos en una improvisada sala de espera que desespera bajo la sinfonía de una letanía que se traduce en exasperación. Llibert apuesta por un compás tan trepidante que te quedas sin respiración. No hay margen para el proceso. Casi se podría decir que es una pieza teatral de estilo grunge, donde Sam Cooke se codea con Jimi Hendrix y con Elvis Presley, donde Strangers in the nigth no sólo es la letra de una canción, sino la materialización de un hecho, de una realidad.
Ésta es una obra de obligada reflexión, con un texto directo que va al estómago, sin lectura entre líneas, sin subterfugios ni hipocresías, sólo sentimientos y emociones que, a menudo, se contradicen como todas las vivencias de los seres humanos. Un texto que te arrastra como un tsunami, como una canción de Nirvana, con tal intensidad que necesitas de los momentos de calma, acaso de los más suaves, aunque no los más llevaderos emocionalmente, para darte cuenta de que habías estado sin respirar en el anterior “sólo de guitarra” o lo que es aquí lo mismo, en un solo agónico, un grito de impotencia hacia una temida decisión.
Cortinas de plástico recrean una sala aséptica. En un hospital no hay bacterias, no hay virus. Las emociones no trabajan en un hospital, sólo son médicos, doctores, doctoras, enfermeras, enfermeros que también tienen el alma plastificada y que son inmunes a las realidades que les rodean, a los procesos por los que pasan los familiares, los enfermos. Quizás deba ser así, quizás hay ciertas decisiones que deban tomarse esterilizadas, a las que hay que extirpar cualquier ápice de sentimiento, de visceralidad.
Tres actrices en el escenario dan vida a varias emociones. Alternan las nuevas tecnologías con el viejo teatro y nos conducen hacia un coma inducido en el cual dejarse llevar es sinónimo de padecer, pero también de reír, de aguantar, de resistir, de llorar y de cantar.
Al final el público aplaude, pero flojito, para no molestar la intimidad de la libertad final. No es un aplauso de cortesía, es un aplauso comedido, silenciado, como si aún estuviésemos en esa sala de espera desesperada. El público todavía tiene el corazón en la mano y el nudo en la garganta. Todavía se está despertando de ese viaje hacia el interior de ellos mismos. Aunque finalmente, y a pesar de todo…el público poco a poco, ya pueda respirar.
Texto: Ester Bueno (@Ester335)