Em descobreixo sensible, però sóc trapella i molt, molt inquieta.

També sóc creativa, generosa i divertida... vaja... i que no ho som tots? Això sí, diuen de mi que sóc tossuda, però jo prefereixo dir-ne tenaç. Sóc aquella, la que seu a la tercera fila, la del barret al cap i les plomes al voltant del coll...






lunes, 21 de julio de 2014

LLIBERT, O LA LIBERTAD DE DEJAR MARCHAR LO QUE AMAS



Publicado en El club Express

29 / 11 / 2013  |  Artes Escénicas, Barcelona, Almería Teatro
Respira. No te quedes sin aire. Pero vívelo. Siéntelo. Una conmovedora angustia nos sobrecogió el pasado 29 de noviembre en la sala Almería Teatro. Estábamos visionando Llibert, un texto escrito por Gemma Brió, dirigido por Norbert Martínez e interpretado por Gemma Brió, Tàtels Pérez y la cantante Mürfila.
En el escenario, una madre expone los 15 primeros y últimos días de la vida de su recién nacido hijo. Su pareja, sus amigos y familiares e incluso, quizás, su propio espíritu, su contradicción más absoluta se concentran sobre el escenario. Música y palabras se alternan en una historia que traspasa la cuarta pared, que hace cómplices a los espectadores asignándoles un papel concreto en la montaña rusa por la cual transita.
Llibert tiene ritmo. No sólo por la secuencia de músicas escogidas, musicadas y cantadas. Ni por los innumerables paseos en una improvisada sala de espera que desespera bajo la sinfonía de una letanía que se traduce en exasperación. Llibert apuesta por un compás tan trepidante que te quedas sin respiración. No hay margen para el proceso. Casi se podría decir que es una pieza teatral de estilo grunge, donde Sam Cooke se codea con Jimi Hendrix y con Elvis Presley, donde Strangers in the nigth no sólo es la letra de una canción, sino la materialización de un hecho, de una realidad.
Ésta es una obra de obligada reflexión, con un texto directo que va al estómago, sin lectura entre líneas, sin subterfugios ni hipocresías, sólo sentimientos y emociones que, a menudo, se contradicen como todas las vivencias de los seres humanos. Un texto que te arrastra como un tsunami, como una canción de Nirvana, con tal intensidad que necesitas de los momentos de calma, acaso de los más suaves, aunque no los más llevaderos emocionalmente, para darte cuenta de que habías estado sin respirar en el anterior “sólo de guitarra” o lo que es aquí lo mismo, en un solo agónico, un grito de impotencia hacia una temida decisión.
Cortinas de plástico recrean una sala aséptica. En un hospital no hay bacterias, no hay virus. Las emociones no trabajan en un hospital, sólo son médicos, doctores, doctoras, enfermeras, enfermeros que también tienen el alma plastificada y que son inmunes a las realidades que les rodean, a los procesos por los que pasan los familiares, los enfermos. Quizás deba ser así, quizás hay ciertas decisiones que deban tomarse esterilizadas, a las que hay que extirpar cualquier ápice de sentimiento, de visceralidad.
Tres actrices en el escenario dan vida a varias emociones. Alternan las nuevas tecnologías con el viejo teatro y nos conducen hacia un coma inducido en el cual dejarse llevar es sinónimo de padecer, pero también de reír, de aguantar, de resistir, de llorar y de cantar.
Al final el público aplaude, pero flojito, para no molestar la intimidad de la libertad final. No es un aplauso de cortesía, es un aplauso comedido, silenciado, como si aún estuviésemos en esa sala de espera desesperada. El público todavía tiene el corazón en la mano y el nudo en la garganta. Todavía se está despertando de ese viaje hacia el interior de ellos mismos. Aunque finalmente, y a pesar de todo…el público poco a poco, ya pueda respirar.
Texto: Ester Bueno (@Ester335)

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