Publicado en El Club Express
¿Qué es Cels? ¿Un texto para la reflexión? ¿Un despliegue
de tecnologías audiovisuales al servicio de un sólido trabajo actoral? ¿Un
texto lírico, casi poético que propone la perversión y a su vez la belleza de
la poesía?
Cels es todo eso. Seguramente, casi podría decir y más. Wajdi Mouawad es el autor de un texto difícil e incluso duro en muchos momentos. Un texto que apetece leer y releer frase por frase, volver al inicio cuando sólo estás por la mitad y una vez finalizado…volver a empezar. Detenerte en cada coma. Respirar y reflexionar. Es éste un texto que, como espectador, tienes que absorber lentamente…Como el nombre de su autor Wad-ji Mou-a-wad, disfrutando la musicalidad de cada vocal, intentando esclarecer la sonoridad de cada una de sus letras, sin saber si quiera si lo estás pronunciando de la manera correcta; sin saber siquiera si estás comprendiendo lo que expresa cada una de sus sílabas. Así es Cels. Un texto que no sólo resulta complicado de entender, si no de poner encima de un escenario.
Descodificar los
mecanismos que esconden las palabras forma parte de la trama de este thriller con tintes cinematográficos.
Cinco personajes que trabajan para una organización internacional, se
encuentran escondidos del mundo, de sus familias y sus amigos. Dedican las
horas a escuchar posibles conversaciones encubiertas que provienen de todos los
lugares de la tierra, con el fin de evitar un inminente atentado terrorista. Las
horas pasan, los nervios afloran, las tensiones friccionan. Lo vivido por cada
uno de ellos se apodera de la coherencia de las decisiones. La poesía marca los
criptogramas. Los códigos cifrados ocultan la verdad. La terrible verdad…
Cada escritor, cada
autor, cada dramaturgo lleva en su mochila, en su pluma o más bien en su
portátil, su infancia, adolescencia y juventud, algo que sólo él mismo ha
vivido, su experiencia vital. Así como es difícil entender una pintura de
Jackson Pollock sin conocer el estado atormentado de su mente, quizás es también
difícil comprender el texto de Mouawad sin haber vivido una infancia en Beirut.
La puesta en escena de Celso evoca imágenes con argumentos de
películas de espías. La tecnología utilizada, las cámaras, audiovisuales,
ordenadores te posicionan al otro lado de la pantalla a pesar de tener la piel
de los actores a escasos centímetros de tu propio aliento. Porque el trabajo
actoral es cercano, impecable. Oriol Broggi firma la dirección, la minuciosa y
detallista dirección de actores. Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Xavier Ricart,
Ernest Villegas y un Eduard Farelo, con un gran trabajo de contención ponen voz
a las poéticas palabras de Wadji.
Lo reconozco. Quizás
algunos de los asistentes no hemos entendido suficientemente la esencia de la
trama. Pero aun así, es de agradecer al director que no haya querido hacer
pedagogía del texto. Broggi ha mostrado su versión, su visión, su manera de
entender y transmitir un texto, en el que la prosa poética con la que escribe
el autor se conjuga con la poesía que vincula a los personajes y que al final,
es la clave para desenmarañar la conspiración. Ciertamente, dicho así, toda la
relación se torna en manifiesta confusión.
Sin embargo, Oriol Broggi
es posiblemente ese director sensible, concienzudo, perceptivo, que aporta a
todos sus montajes una chispa de magia, que es cuidadoso con el espacio y
metódico con sus actores y que, a pesar de mi incapacidad, como público, por comprender
una parte de la esencia del texto abogo por defender, como dijo Aristóteles que
el todo es más que la suma de las partes y
que, por lo tanto, en la complejidad general, es donde se pueden apreciar las
particularidades. Y aquí, en este montaje, de particularidades, hay muchas.
Texto: Ester
Bueno (@Ester335)
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